El asesino del gozo la ira
(Raíz de amargura)
La ira es el enemigo más grande del gozo.
Ambos no pueden coexistir. Cuando el enojamos con Dios, con nosotros mismos,
con otras personas o con nuestra situación presente, nos volvemos vulnerables a
ciertas situaciones que nos roban el gozo, tales como la depresión y el
desánimo. El terremoto interior hace casi imposible que disfrutemos de la vida
y de nuestro entorno.
Y lo que resulta peligroso es esa falta de sinceridad de que no admitimos lo
que realmente nos molesta delante de Dios y de nosotros mismos. Nos hacemos
esclavos de nuestra ira y nos causa tantos problemas que llegamos al extremo de
hacernos daño y lastimamos lo que hacemos, hablamos y pensamos.
Todos pasamos por momentos de ira y hay iras momentáneas que no nos afecta y
que la olvidamos rápidamente por completo. Pero hay una ira que nos trasporta y
nos perturba y esa ira crece silenciosamente como el cáncer.
Y este tipo de dolor solo lo cura Dios, cuando abrimos nuestro corazón y le
pedimos a Dios que se manifieste, que tome el control de nuestras vidas que
haga algo que ya no podemos mas con este dolor, que nos desgarra por dentro.
Cuando Dios toma el control el nos guía a la raíz del problema, él nos
transporta a la limpieza interna y nos libertad de sentimientos dañinos para
nuestro crecimiento, el nos libertad, sana, salva y transforma nuestras vidas
en manantiales de agua fresca.
Busquemos el consejo del amigo fiel que nunca falla Jesús Cristo, los fracasos
de muchos seres humanos es buscar ayuda y consejos en otros, y no siempre nos
guían por el camino correcto.
Yo confieso que solo Dios pudo depositar ese toque sanador de limpieza, paz, y
amor. Que solo él pudo estabilizar emocionalmente mí vida.
Gracias Padre por depositar en mí, amor incondicional, por descamar mis ojos y
mostrarme que sí se puede tener nuevos comienzos en nuestras vidas y quedarnos
en el mismo lugar sin escapar de nuestras realidades, pero llenándonos de tu
toque de limpieza interna y externa.
Salmo 142: 2
Delante de él expondré mis quejas;
Delante de él expondré mis angustias
Salmo 103: 2,5
Bendice, alma mía, a jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre.
El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El
que te rescata del hoyo de la vida.
El que sacia de bien tu boca
De modo que te rejuvenezca como el águila.
Bendiciones mil, amor y paz
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